Es muy común que utilicemos alguna de estas estrategias de supervivencia para vivir nuestra vida cotidiana, especialmente en momentos de estrés.
Cuando somos inconscientes de nuestra forma de responder continuamos atrapados en estos mecanismos automáticos, que en algún momento se crearon para protegernos de determinados momentos y quizá ahora se han arraigado y se utilicen de manera sostenida en otros ámbitos de nuestro día a día.
El simple hecho de ser de consciente al poder identificar en que momentos utilizo una u otra ya es un gran comienzo en el proceso de sanación y cambio.

Modo Pelea
Usualmente se muestra como…
• Tendencia a elevar el tono de voz.
• Tendencia a mostrar una corporalidad agresiva.
• Tener un brote súbito de ira o frustración desproporcionada ante la situación.
• Defender su punto de vista a sabiendas de estar equivocado.
• Intimidar o asustar a las personas amadas.

Modo Huida
Usualmente se muestra como…
• Salir del espacio físico.
• Cambiar la conversación.
• Ignorar una situación o fingir que jamás sucedió.
• Hacer todo lo posible por evitar cualquier tipo confrontación.
• Cambiar constantemente de trabajo y / o de relaciones personales.
• Ocuparse y preocuparse por cosas completamente opuestas a la situación actual.

Modo Parálisis
Usualmente se muestra como…
• Quedarse en blanco completamente.
• Incapacidad de expresar lo que le sucede en un determinado lapso de tiempo.
• Tener poco o nada de ganas de salir o hacer compromisos sociales.
• Quedarse literalmente inmóvil y creer el problema desaparecerá por sí solo.
• Bloquear y olvidar por completo un evento real en el que experimentó una situación estresante.

En ocasiones la respuesta al estrés no se manifiesta de un solo modo, sino que utiliza una combinación de éstos en mayor o menor grado.

Podemos empezar por identificar cuál de estos tres modos de abordar el estrés utilizamos mayormente, ante que circunstancias utilizamos uno u otro o alguna combinación de los tres. Además, si podemos identificar cuantas veces al día se ponen en marcha estos mecanismos, ¿una vez, dos o tres veces, todo el tiempo?, es ya de mucha utilidad para comenzar el camino de ser conscientes al respcto.

Ahora bien, los tres modos forman parte de nuestro instinto básico de supervivencia y son necesarios, de hecho, no sobreviviríamos sin ellos, nos ayudan a evitar hacernos daño y forman parte de nuestro sistema nervioso autónomo, de ahí que se ejecuten de manera automática, ya que es el mismo sistema nervioso quien detona estos modos de actuar. Ejemplos comunes, defenderme ante un ataque a mi persona, hacerme a un lado cuando veo que algún objeto puede golpearme o bien presenciar un accidente y quedar paralizado ante lo impactante de la escena.

Solo que estos modos de supervivencia no están diseñados para estar funcionando todo el tiempo. Deben apagarse cuando el evento amenazante se termina, lo que permite volver al estado de normalidad de nueva cuenta, es decir, tienen la capacidad de encenderse, pero también de apagarse.

A lo largo de mi experiencia he visto como muchas personas tienen la dificultad de parar y están constantemente encendidos en modo operativo, pasan de una actividad a otra sin pausa. Incluso si no pueden ejecutarla en ese momento están pensando como la harán cuando tengan la oportunidad de hacerlo. En algunos casos puede ser una forma de huir para no entrar en contacto con aquello que les duele, o simplemente no saber que hacer en momentos de tranquilidad ya que se han acostumbrado a estar enchufados todo el tiempo. Cualquiera que sea el caso, el estrés y la ansiedad se perpetua e introducir la pausa en las actividades diarias es todo un reto.

El mantenernos en estado constante de alerta afecta al resto de los sistemas de nuestro cuerpo (respiratorio, cardiovascular, muscular, hormonal, digestivo, etc.) interrumpiendo su balance generando deficiencias físicas y emocionales (adicciones, fibromialgia, úlceras, baja autoestima, depresión, etc.) problemas relacionales (relaciones tóxicas, incapacidad de marcar límites, dificultad para intimar, etc.) o bien repercusiones en situaciones de productividad (postergación, miedo al éxito o al fracaso, perfeccionismo, imposibilidad de pedir ayuda, etc.)

Ante esto, la fuerza de voluntad no puede hacer gran cosa, y cuando digo que con querer no basta, se requiere intervenir a través de otros medios, por ejemplo, el cuerpo, que, a través del movimiento pueda desorganizar la organización actual de estas estructuras y a la vez pueda generar nuevas organizaciones que sean mas saludables.

Pare ello echamos mano de diversas disciplinas para hacer frente a esta situación, como la teoría polivagal, awareness, centramiento cuerpo-mente, el movimiento libre y movimiento expresivo, recursos fundamentales del movimiento, capacidad de resiliencia, técnicas de respiración, entre otras.

Puede escucharse increíble que a pesar de vivir en nuestros cuerpos todo el día, “estamos” en nuestra mente o en nuestras emociones la mayor parte del tiempo. Romper con esos automatismos, despertar al aquí́ y ahora, y volver al presente que nos regala nuestro cuerpo a cada instante, nos permitirá́ mejorar nuestra calidad de vida.

Más sobre este tema y otros aspectos para la mejora personal son abordados en el programa de formación Diálogos en Movimiento®, un enfoque de trabajo somático centrado en despertar la autoconciencia y el desarrollo personal, utilizando el cuerpo y la emoción como medios de aprendizaje.